LA CURSA DE BARCAS
Hoy nos hemos reunido todos los amigos en el garaje de Alba. Se acerca la Fiesta Mayor y la cursa de barcas. El año pasado participamos con un barco pirata. La idea fue de Alba, que le gustan mucho los piratas. Miquel, enseguida se animó, y empezó a dibujar un esbozo. Cuando nos lo enseñó, quedamos boquiabiertos. Era precioso.
Sílvia, que de grande quiere ser arquitecta, diseñó la estructura. Anna, Jordi, Albert y Marc recogieron todos los materiales necesarios para construir el barco. A todo le encontrábamos utilidad: unos plásticos, unas latas, unas piedras con forma especial.
Un dia, Abel y Martí llegaron muy emocionados. Sus padres habían decidido cambiar la bañera de casa y creían que la vieja nos podría servir para hacer el barco. Qué idea más alocada!
Fue toda una aventura transportar aquella bañera hasta el garaje de casa de Alba. El camino hace subida y la bañera… ¡pesaba un montón! Pensamos mucho y al final decidimos que la mejor opción sería cargar la bañera en una carretilla. Una vez encima la carretilla, atamos la bañera con una cuerda. Algunos de nosotros estirábamos la cuerda y los otros empujábamos la carretilla, y con la ayuda de todos, lo conseguimos. ¡Aquel día sudamos de lo lindo!
Una vez tuvimos la bañera al garaje la pintamos de negro y la decoramos con color dorado. Para aguantar la vela mayor, usamos un palo largo que encontramos un día en la salida de la escuela.
El abuelo Ramón nos dio 4 palos cortos y delgados para las velas más pequeñas. El barco, poco a poco, iba cogiendo forma. La bandera negra, la hicimos con una camiseta vieja de mi padre. La calavera nos trajo muchos dolores de cabeza. Primero nos quedaban los osos demasiado cortos y parecían palillos en lugar de fémures. Después, el cráneo era tan grande que no parecía una calavera humana. Suerte que Àstrid, la maestra de plástica, nos ayudó. Nos quedó una calavera muy divertida, pero no daba nada de miedo.
Las ventanas, las hicimos con platos de plástico. Como no nos poníamos de acuerdo sobre el color, las pintamos de diferentes colores y las enganchamos a ambos lados del barco. No eran unas ventanas reales, porque a través de ellas no se veía nada, pero nos gustaban y quedaban preciosas. Y esto era lo más importante.
Aquel barco cada vez se asemejaba menos a un barco pirata, pero estábamos muy orgullosos. Era nuestro barco y lo estábamos construyendo entre todos. Cada día, saliendo de escuela, corríamos a buscar la merienda a casa y después, marchábamos hacia el garaje de Alba donde se escondía nuestro tesoro: el barco para la cursa de la Fiesta Mayor.
Un día Albert llegó cargado con unos grandes tubos. Estaba muy emocionado porque los quería usar de cañones para el barco:
─¡Mirad qué tubos! ¡Nos quedarán unos cañones espectaculares! ─dijo Albert.
─¿Qué dices ahora? ¡Nosotros no queremos un barco de guerra! ─replicó Anna.
─¿Cómo? ¡Sin cañones un barco no puede ser pirata de ninguna de las maneras! ─exclamó en Marc.
─Si no ponemos cañones, nosotros abandonamos ─insistió Albert.El abuelo Ramón encontró la solución. Una tarde, nos reunió a todos en el garaje de Alba. No podía ser que nos peleáramos por una sandez, y nos dijo:
─ ¡Basta! Si todos cedéis, todos ganaréis. Podéis instalar los cañones, pero en vez de disparar balas, pueden disparar caramelos.
Nuestras caras se iluminaron. Era una idea fantástica, que nos convenció a todos: A los que queríamos cañones y a los que no queríamos un barco de guerra.
Después de instalar los cañones, ya teníamos el barco a punto. De la emoción, el estómago nos hacía cosquillas. No queríamos que el día de la cursa fallara nada. La bandera estaba colocada en su lugar, las velas muy tensadas, los cañones apuntando a todas partes. No habíamos dejado ningún detalle. ¡Estábamos tan contentos!
Empezó la cursa. La barca cocodrilo fue la primera a avanzarnos. Después nos pasaron delante el resto de barcas: la casa de muñecas, el oso panda, la paleta de colores…, una tras otra, hasta que quedamos en última posición. Anna lloraba, Jordi y Abel no paraban de refunfuñar. Todo eran malas caras y miradas de reojo.
De repente, oímos una voz que nos llamaba: era Pep que, desde su silla de ruedas, nos animaba a seguirlo intentando:
─¡No os rindáis! Remad, remad! Seguid remando y lo conseguiréis!
No podíamos más. Estábamos agotados después de tanto esfuerzo. Pensábamos que ya no valía la pena intentarlo. Pero Pep no quería que acabáramos la cursa de este modo tan triste y nos dijo:
─Venid, acercaos a la orilla. Ayudadme a subir al barco. Manos a la obra chicos que no hay nada perdido.
Lo decía tan convencido, y nosotros estábamos tan desanimados que no teníamos nada a perder. Nos acercamos y, entre todos lo ayudamos a subir al barco. Él se puso al frente del barco y nos ordenó a cada uno de nosotros dónde teníamos que colocarnos. Todos le hicimos caso. Pep estaba tan seguro de él mismo que no nos podíamos negar. Escuchábamos atentamente sus instrucciones y hacíamos todo el que él nos mandaba.
Pep tenía unos brazos musculados. Cómo que no tenía fuerza en las piernas y tenía que empujar la silla de ruedas, sus brazos eran valientes y robustos como los de 10 hombres juntos. Cuando él se puso a remar, la barca empezó a avanzar. De repente, cogió velocidad y empezamos a avanzar las otras barcas. Una tras otra las fuimos dejando atrás.
No nos lo podíamos creer, la meta cada vez era más cerca. Nos parecía que estábamos soñando. Pero era un sueño muy real. Cuando cruzamos la meta, nos abrazamos. Algunos llorábamos y los otros saltábamos y chillábamos de la emoción. ¡Éramos los campeones de la cursa de barcas! Pep nos había ayudado a creer en nosotros mismos y a trabajar en equipo. Consiguió que fuéramos los más rápidos de todos.
Este año, hemos pedido a en Pep que participe con nosotros a la cursa de barcas. Quizás no ganaremos, pero estamos seguros que daremos lo mejor de nosotros mismos y lo intentaremos hasta el final.
